Por: Johanny Taveras R.
Ayer, justo mientras hacia el recorrido matutino hacia mis faenas diarias, alcance a ver a un joven que corriendo, ¨como jonda que lleva el diablo¨, se dirigía justo al lugar donde yo estaba, sudado, con cara de susto, de miedo, no se pues creo que hasta me miro avergonzado, y al cual ni los ladridos de algunos perros realengos lo hizo detener, sólo pude reaccionar cuando alguien grito, ¨agárrenlo que es un ladrón¨ seguido de una trulla de personas que le venían persiguiendo.
Me pase todo el día con la imagen del rostro de aquel muchacho metida en la cabeza, aquella mirada vacía, aquel sudor frio, de aquellas largas zancadas de quien corre para salvar su vida, y después de haber visto en los noticieros como multitudes enfurecidas acribillan a personas que supuestamente agarraron robando, de como todos lo golpean sin compasión, de cómo de tantos golpes se ahogan en su orina, sus lagrimas, su propia sangre, me daba pavor.
No pude evitar, a pesar de que posiblemente él le había hecho daño a alguien en ese momento o a muchos en muchos momentos, sentir una profunda lastima por él y hasta llegar a desear que no lo hayan agarrado, si, puede que sea un criminal, robo una cartera, una cadena no sé, pero es una persona y un sentimiento que debe acompañar siempre a los seres humanos es la piedad.
Además nunca he sabido de trullas enfurecidas que salieron a las calles a protestar por ninguno de los grandes robos que hacen los políticos al Estado a no se por intereses políticos, no he visto ninguna concentración en contra de los abusivos sueldos que se acaban de aumentar el congreso, no he sabido de nadie que quiera linchar a los miembros del Gobierno por los miles de millones que derrocharon en campaña electoral, no he visto a nadie tomar palos y piedras para los jueces de la Cámara de Cuenta, no, lo que si hacemos es largar filas para apoyarlos en las elecciones.