Claro Oscuro
Por: Johanny Taveras
El hijo de nadie, que es de todos
El lunes que se celebraba el “Día del Trabajador”, aproveché para desplazarme por el Centro Histórico de la ciudad, esta vez, calmado, sin bullicio, sin la prontitud de las miles de personas que en los días normales lo caracterizan, fue hermoso disfrutar de los vistosos colores recién pintados que lucen las infraestructuras coloniales. Pero vi un color que se encontraba fuera de tono, que desarmonizaba el entorno, casi un niño, casi un hombre, casi nada, tirado en la acera de la calle Cuba esquina Sol, enajenado, hambriento, sucio, sin poder siquiera mantener sus ojos abiertos, a veces con fuerzas para levantar sus manos para pedir dinero, comida… una esperanza.
Lo miraba y pensaba ¨ qué triste historia cargarán esos pequeños hombros, que aterrorizantes noches habrán presenciado esos abatidos ojos, que extraño pasado, que desafortunado presente, y sobre todo, qué incierto futuro t an incierto le esperará a esta criatura de Dios. Luego de mirarlo por un buen rato continué mi marcha y a pocos pasos de él vi un cuadro tan distinto, ahora de un lujoso Mercedes del que se desmotaba una refinada familia, padre, madre, hijos, para disfrutar de un delicioso almuerzo en uno de nuestros restaurantes más caros, se les veían felices, seguros, pero sobre todo, tan ajenos a lo que a pocos metros de ellos estaba pasando.
Cuanta desigualdad, cuanta injusticia, cuanta indolencia, no sé el nombre de aquel muchacho, sólo sé que se les llaman ¨ niños de las calles ¨ de nuestras calles, sólo sé que generalmente se les suben los cristales en los semáforos, y que se hacen duras críticas sobre su condición, sólo sé que el gobierno, la sociedad, el mundo, prefiere ignorarlos, pero cuando alguno comete algún acto en perjuicio de los hijos que sí tuvieron padres, entonces clamamos justicia.
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